Fragmento de: Amanecí en Tailandia (PUBLICACIÓN INDEPENDIENTE)
Libro de prosa
poética, poesía, micro relatos.
Un viaje que
parte de pequeñeces y se extiende hacia el espacio. Lo macro y lo micro en
palabras meditabundas.
Primera
persona (no taxativa)
Este espacio se erige sin adulaciones ni
firmamentos. Uno se posa en sus manos, en su pera, en sus nalgas, se sostiene
desde donde puede y abraza a su nostalgia ya sin temores. A este espacio uno
entra molesto, y está incómodo de a
ratos. La comodidad más corriente se disuelve entre nervios de iniciados y
nervios de maestros. El amor puede no verse a simple vista con las herraduras
del amor celoso, del amor finito, y en el abdomen surge, infinito y apretado,
uno expansible, que se extiende hasta en las baldosas, en los platos voladores.
Uno que supone la renovación de células cada veinticuatro horas. Ansía, el practicante,
mirar como miran ellos, los que fundan, los que marcan senderos universales,
los que han percibido los sonidos de la tierra. Esa ansiedad, a veces
desmesurada, confunde y vuelve por momentos, inútil al pequeño paso diario. Mi
espacio es transparente en ese temor, aparentemente moldeable. Lo que sé lo sé
desde otro tiempo y lo que callo irá transformándose en éter. Hoy me muevo
confiada. Creo poder vencerme en mis protuberancias y alisarme sutilmente.
Quiero ser amable con las formas viejas y con el cuerpo viejo. Reconocer los
meridianos y sus climas en mi naturaleza humana. Sabiéndome viajada por
dragones, por asnos, por perros blancos. Me siento mejor, puedo respirar.
Respirarme.
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