martedì 30 ottobre 2012

Presentacion y Ferias







Micro Relatos



 1


 Me seduce la pequeñez. El recoveco, la miga.
Me siento a contemplar el cielo y pareciera que no necesitara más que eso.  Estar allí (donde esté) sentada y ver las nubes alborotando el plano.
El color celeste de la siesta es un pequeño misterio para los niños que no develaran sus padres ni sus abuelos.
 La presencia intermitente de los nudos telefónicos entonces es cableado desprolijo, la molestia en la garganta se hace paisaje.







 2

Es una campanita entre violeta y azul.
Ulises la vio esa tarde de martes.
 Se agachó y desde muy cerca la contempló asombrado
quiso saber si tenía  olor-
 Pero la campanita no huele a nada.
Solo  reposa  agarradita apenas, de un tallo milimétrico.







 3


El niño viste de azul Francia, con un moño en el cuello y un pantaloncito  a rayas.
Se mueve eléctrico por el patio y acaricia a los animales.
 Un pavo real intenta no ser visto y se esconde detrás de un gran árbol.
 El niño astuto lo sigue con la mirada  y luego lo corre durante minutos,
El niño se cansa y se tira debajo de un nogal, su niñera le trae agua y le acomoda el traje.
Ambos se quedan sentados mirándome.






 4


Del otro lado del portón las niñas se suceden unas a otras, casi iguales, en delantales y peinados alborotados, con maquillaje en los ojos y un pequeño estado de terror que les produce el pensar que no son bellas. Caminan a pasos estrechos.  Llevan bolsos  y carpetas en las manos para no encorvar la columna.





 5


Desde el balcón miro el cerro rocoso y antiguo, algunos árboles rojizos, y otros amarillos están a sus laderas. El cerro se impone como rasguñado por un dios, desgajado, marcado como la piel de un perro que tuvo una contienda. El cerro está herido de ojos y pies, que lo han hecho eterno y místico. Enseguida un poco más abajo un río angosto, parecido a miles. Viviana  limpia mientras tanto ferozmente en la cocina, suenan ollas y platos. El humo de la tarde me inclina y me mese. Duermo encantada. 






6


Hugo pegó espejitos circulares y bolitas de vidrio en su casa.  Formó una galaxia de puntos y planetas como un niño que  se aburre si las paredes están pálidas.  Hugo es tan alto que alcanza el techo con sus manos y tan flaco que cuando lo abrazo doy giros alrededor.-







 7

-Incuantificable- me pregunto por el brillo de las hojas de las ligustrinas.
 Vivo de hacer cosas inútiles.



 



 8



Mientras nosotros leíamos amoldados en nuestros sillones que formaban un circulo mesa ratona de por medio, un señor lector tomó un sillón y lo corrió cerca de una columna, suspiro escandaloso, se sacó la campera, luego un pullover, los dobló, armó una montañita con su mochila, sus ropas dos carpetas y un cuaderno. Suspiro nuevamente y se desplomó con el libro nuevo agarradito de sus manos.  Todos lo mirábamos y por un rato pequeño, abandonamos las lecturas, que luego se continuaron sin dejar de pispearlo. 







Delivery Literario



Hay algo indescriptible en el ritual de armar el paquete literario, adentro de la caja de cartón que bien podría ser la de un lomito acomodo en cambio un libro de poesía y micro relatos. Luego de cargarla en el bolso, bajo la bicicleta por las escaleras de un primer piso, verifico la dirección y voy en camino de entregar aquellas palabras que surgieron de mis entrañas. Así como si nada, como si me olvidara de todo lo que significan. En el camino el viento, los autos, los carteles yuxtapuestos. La ciudad.
 Desacralizar, alivianar, girar unos grados la fantasía de aquellos que se imaginan a los escritores apoltronados en sus sillones, con gafas y un gato cadencioso que les recorre los tobillos  y aunque me gustan los gatos esta escritora disfruta  del desparpajo, y de la charla con el ego en la bicicleta. 
Algunas veces conozco a quien hizo el encargo, es un amigo y entonces  una sonrisa inmediata porque los códigos del juego son compartidos, y porque seguramente este amigo o amiga ya sabe ni bien me ve que me estoy divirtiendo. Pero otras veces es un desconocido que ha visto por Facebook la publicidad y ha dicho: ¡Quiero uno! ¿Cuánto sale?  Entonces ese timbrazo es diferente,  está cargado de la emoción de ver esa cara nueva, disfruto de decodificar  los gestos de sorpresa,  los rostros parecen  irse transformando en esos minutos de entrega y cobro, las  miradas se hacen luminosas,  quizás nunca antes había ordenado que le lleven un libro.
A la vuelta todo es diferente, las pedaleadas más suaves, la tranquilidad de haber anotado bien la dirección y de haber llegado a tiempo, voy pensando que tengo que imprimir más libros, que la calle está colapsada, que desearía vivir en el campo, pero que  en definitiva ese pequeño lapso de libertad creativa, me alimenta y me conmueve.
Amanecí en Tailandia y Humo  significan para mí  la posibilidad de vincular  los textos a las acciones más diversas. Son  libros  que recorren  desde las experiencias corpóreas  diferentes universos. Mi deseo más profundo es que poco a poco todas las horas de mis días estén llenas de esos espacios.  Por eso  ¡HAGAN SU PEDIDO PARA QUE LLEGUE EL DELIVERY !.