lunedì 12 novembre 2012

reseña de Amanecí en Tailandia





Despertar en Invierno - Reseña de Amanecí en Tailandia, de Luciana Bedini

A veces, especialmente en Invierno, cuando las gripes nos hincan el diente sin piedad y las relaciones humanas se vuelven necesariamente estrechas gracias al gran miedo al frío que es instintivo, buscamos más y más algo que nos cobije y nos de un espacio de paz en un mundo cada vez más ajetreado. A veces, nos despertamos en medio de la noche sin saber muy bien que té tomar. A veces (solo a veces) tenemos sueños casi en sagas, creando mundos tibios que nos hacen levantar con la nariz colorada. Y solamente a veces, luego de semanas agitadas y breves pasos por los lechos, mandamos a nuestros círculos sociales a otro plano, nos envolvemos en cobijas y dejamos que el cuerpo se repare en ese lapso que es el sueño. Después, es lógico, amanecemos en un amanecer que puede ser tarde, noche o pernoctada, pero para nosotros lo que realmente vale es ese juego de sentimientos encontrados que nos provoca despertar de un largo sueño; la pérdida del sentido de la pertenencia, de ubicación tempora-espacial. La sensación de haber perdido algo. La innegable e inigualable sensibilidad exacerbada, de piel de algo nuevo que nació sin saber muy bien cómo. La lentitud en la puesta en marcha nuevamente del reloj mental. El encuentro con todo el niño-grande que somos. Amanecemos en Tailandia, en la estepa Rusa o en cualquier otro lugar del mundo.
Conocí personalmente a Luciana Bedini durante una feria de libros/ editoriales independiente. Como era de esperar, estaba vendiendo sus propios libros junto a su pequeño muchacho, Ulises, y dos compañeros más de la entusiasmante editorial Mitomante, que habían logrado hacer mella en mi persona con su estética suave, un diseño propio de página web y títulos autóctonos. No me extrañó saber que Luciana no solo no era de Córdoba (los extranjeros abundamos en la Roma Cultural), sino que provenía de un lugar muy similar al que había visitado de pequeño; Concordia. Con palabras y gestos amables pude sonsacarle un par de sus libros entre sonrisas y agradecimientos de ambas partes. Pensaba encontrarme con cualquier cosa, menos con lo que me encontré; pero la sensación de leer a Luciana y conocerla en persona son congruentes, son simétricas, son complementarias; no hace, como muchos autores, de su obra un pleno descargo, ni tampoco complace pequeñas palabras de diálogos internos inconclusos. Luciana, como autora, creadora y ser humano vive su prosa. Vive su mundo.
Me desconcertó, he de confesar, la manera en que estaba presentado el libro; me chocó encontrarme con frases-gatillos que detonaban toda clase de recuerdos (ficticios o no, poco importa), y me emocionó volver a encontrarme con parte de ese olor a siesta que ya creía perdido en mí. Existe un dicho que reza que nunca maduramos, sino que solo aprendemos a comportarnos. Seguimos siendo niños toda nuestra vida, y eso está plasmado, entre muchas otras cosas, en Amanecí en Tailandia. El niño que descubre a las abuelas, al mundo con el roce de los dedos; la criatura que devora su mundo (y de nadie más) con los cinco sentidos, a veces en glotonería, a veces ayunando como un monje. El niño que aprende a amar con el cuerpo, con el corazón y con el alma. El niño que aprende a decir "estoy vivo" y mucho, muchísimos años después descubre qué es realmente estar vivo.
Este libro es una ventana a un espacio que solo hará eco en aquellos que han pasado parte de su vida en lugares de relativa paz. Los que no hayan pasado por estos espacios pueden tranquilamente tomarlo como una dosis diaria de paz. Pero este libro es, ante todo, un libro que debe ser leído como escape y como introspección. No debe ser bebido a la ligera, cual novela de viaje. Éste libro debe SER el viaje, no representarlo. Este libro es, más que nada y quizás, una bocanada de aire fresco en una vida que nos carga de cosas innecesarias, colocadas de una manera elegante y amable (sobre todo), pero no por eso con pelos en la lengua.
Ante todo, éste es un libro amable. Y de vez en cuando vale la pena recordar lo que es ser amable.

Reseña por El Negro Viglietti, Coordinador del Taller de Escritura Creativa del Espacio Cultural Independiente Como Pez en el Agua (Bolívar 621). En carácter de importancia; Escritor, Docente, Corrector, Editor, Engranaje de Arnet.
Y agrego el blog, que quizás esté medio abandonado, pero es lo que tengo como portfolio:http://tinterodenicotina.blogspot.com.ar/

Fragmento de: Amanecí en Tailandia (PUBLICACIÓN INDEPENDIENTE)


Libro de prosa poética, poesía, micro relatos.
Un viaje que parte de pequeñeces y se extiende hacia el espacio. Lo macro y lo micro en palabras meditabundas.


Primera persona (no taxativa)



Este espacio se erige sin adulaciones ni firmamentos. Uno se posa en sus manos, en su pera, en sus nalgas, se sostiene desde donde puede y abraza a su nostalgia ya sin temores. A este espacio uno entra molesto, y  está incómodo de a ratos. La comodidad más corriente se disuelve entre nervios de iniciados y nervios de maestros. El amor puede no verse a simple vista con las herraduras del amor celoso, del amor finito, y en el abdomen surge, infinito y apretado, uno expansible, que se extiende hasta en las baldosas, en los platos voladores. Uno que supone la renovación de células cada veinticuatro horas. Ansía, el practicante, mirar como miran ellos, los que fundan, los que marcan senderos universales, los que han percibido los sonidos de la tierra. Esa ansiedad, a veces desmesurada, confunde y vuelve por momentos, inútil al pequeño paso diario. Mi espacio es transparente en ese temor, aparentemente moldeable. Lo que sé lo sé desde otro tiempo y lo que callo irá transformándose en éter. Hoy me muevo confiada. Creo poder vencerme en mis protuberancias y alisarme sutilmente. Quiero ser amable con las formas viejas y con el cuerpo viejo. Reconocer los meridianos y sus climas en mi naturaleza humana. Sabiéndome viajada por dragones, por asnos, por perros blancos. Me siento mejor, puedo respirar. Respirarme.



Fragmento de: Humo (EDITORIAL MITOMANTE)


Textos míos e ilustraciones de Luis E. Santamarina


Humo es una brisa de la siesta. Está compuesto de relatos cortos y prosa poética. Ahonda en lo transitivo, en momentos-bisagras: una pequeña exploración en esas instancias de cambio. Pulsión que como flecha se dirige a otro estado de encanto (¿?).




paseo.puerto



EN EL RIO LAS PEQUEÑAS LANCHAS,
LAS HISTORIAS DEL RÍO.
LOS MATES Y LOS BOLSOS
QUE LLEVAN CARGADOS ALGUNOS URUGUAYOS.
QUE VINIERON A COMPRAR MÁS BARATO.
CAMINO CON MI PERRA NUEVA,
NO NOS CONOCEMOS MUCHO PERO ES LINDA.
LA TRAJE DE UNA QUERMESE,
LA GANÉ JUNTANDO TICKET ENTRE JUEGO Y JUEGO.
Y CURIOSAMENTE ERA EL PREMIO MAYOR.
CURIOSO POR QUE ESTÁ ENFERMA.
Y POR QUE TENDRÉ QUE CAMBIARLA POR OTRA
MÁS NUEVA EN NUESTRO VINCULO,
QUIZÁS MÁS GORDITA.
QUIZAS NO.





EN EL PUERTO ALGUNOS GENDARMES CIRCULAN DE BEIGE.
SIEMPRE VENGO Y PASEO,
PERO NUNCA HABIA VENIDO CON MI PERRA ENFERMA.

LOS PESCADORES SON POCOS
LLEGAN TEMPRANO.
A VECES QUEDAN SUS TANZAS SUCIAS
CON LOMBRICES DESTROZADAS.
Y ES UN LINDO ESPECTACULO
VERLAS CUANDO EL SOL LAS TOCA.

EN ESTE MOMENTO NO ESTOY ENAMORADA
SOY CHICA, TENGO 11 AÑOS.
MIRO EL RIO CON MILLONES DE OJOS.
MI ABUELA NACIÓ EN EL RIO
Y MI ABUELO TENÍA UN BAR.


Fragmento del proyecto: POSTALES

( JUNTO CON EDITORIAL MITOMANTE)

Compuesto por varios textos e ilustraciones en formato postal
(Digital e impreso)



Bosque – bosque - bosque
Desde ese bosque se verá entonces el cosmos todo rebalsado, será el paso de la pluma el motivo de los besos. Nadie añorará el invierno, porque en el bosque caerá la nieve. Algunos pájaros beige cantaran alegres y otros dorados imantaran a sus víctimas los gusanos.-
Algunos sembraran hierbas que llevaran en sus lomos, y otros se peinaran las trenzas frente a grandes espejos, detrás de ellos verán las montañas.  En los acantilados las mujeres deslizaran sus tobillos hasta contagiar su cuerpo todo luego   se desmoronaran hacia el  mar y será bello verlas flotar sin el sonido de la muerte.
Los  niños correrán discretamente entre matorrales algodonados. Como la lluvia,  como el hambre,  como todo lo que produce estremecimiento serán las noches. Y el bosque hablará como habla mi padre a su niña de níquel.-




Fragmentos de: Aislación

Novela conformada de micro relatos, poesía y descripciones sin forma.


Una mujer viaja a Banjhio, allí conoce a un grupo de personas de diferentes partes del mundo. Tras varios viajes internos y externos,  en grupo deciden refugiarse en el sur de África.






Amor:

En mis días de ébano
puedo creerme ese artilugio
de verte desaparecer en líquido.





                     

Lluvia en Banjhio

(…)
Una tarde de muchísima lluvia en Banjhio me quedé cerca del balcón a contemplar el paisaje durante varias horas. Justo al frente del departamento en el que vivíamos había una casa de comidas populares de la región, el cartel del restaurant estaba hecho en amarillo y rojo y tres de los laterales se encendían arbitrariamente. Sus vidrieras estaban casi siempre llenas de bicicletas y carritos de niños, el toldo verdoso que cubría parte de la vereda, ya desteñido por el sol y por la lluvia, temblaba cada tanto como un anciano cansado de tanto detener las gotas. La gente se quedaba parada y en silencio esperando que el agua cese. Las mujeres ponían sus carteras debajo de los pilotines y salían lentamente a la aventura que significaba andar por las calles de Banjhio cuando llovía; Algunas de ellas caminaban descalzas y otras con la resignación del zapato mojado. Se las veía alejarse cuadra tras cuadra hasta que se perdían en la bruma acuática. En cambio los hombres por alguna razón que aún desconozco no se animaban a mojarse; solo cuando el aguacero se transformaba en pequeña llovizna buscaban su bicicleta y llevándola al costado del cuerpo iban pegaditos a la pared el espectáculo era colorido. Las manchas que eran sus ropas desde arriba convertían el plano en una celebración. Los tonos cálidos por sobre el asfalto, destellantes entre la electricidad del cuerpo vivo me estremecían, me daba ganas de seguirlos y ver sus llegadas al hogar. Té… humo.
(…)

Poesía   en   beige

a tono impersonal.

A lo que me refiero con esa categorización, es al tono, a la frecuencia que transito en la mayoría de los textos que se diferencia bastante de esta serie. La mayoría pasaron por una clínica de poesía y fueron modificados, corregidos… así quedaron:



A pequeños pasos entre los monstruos de saliva avanza mi cuerpo.
Lo absurdo del tiempo sobre que decir.
La lluvia formando cascadas en la ingle.
Me confundo:
Encierro dos toros
que no se conocen
y los toros se atacan.












Voy  por  un  campo nulo
Aquí no hay animales  ni sonido.
No cazo para comer
Cazo porque soy fuerte.
Mi escopeta lleva un lazo perfumado,
No me pregunto por qué la tempestad abunda en mi memoria,
Solo disparo y busco al insecto que luego enfrasco.









Hacia el centro una voz vertiginosa.
Un discurso dominante que parece expandirse
en tanto y en cuanto es dicho por alguien más.                                             (Alguien más)
La polaridad de la mirada seria y la mirada brillante.
O los halos enfadados.
O los pozos de mimbre.


/


Tu ciudad está sostenida con mi cuerpo.
Y es un gran esfuerzo concentrarme para no morir.
Dile  a tus calles que ya no se erijan desde mis músculos,
y dile a tus aeropuertos que soy franca en mi decisión de descansar.
Ya no quiero me  derriben tus arboles californianos.
O que me pisen tus trenes.









Ocurre con un helado
la espera.
Ocurre que se silba en do
al helado exacto.
al sabor que anilla al paladar.

 Veo los ojos de Ulises,
el helado le da amor.
En cada cucharada
me reconozco ilusa:
Detrás de los vidrios
 la ciudad y sus ojos desesperados.
Las arrugas y la oscuridad ajada del sol.

Ulises toma poco a poco  el helado que decidimos.
En la mirada del tiempo
una suma de tentaciones
para las que no soy bienvenida.
Lo que sí. Lo que no.







La primavera trajo consigo
los ojos de crema helada.
Las palomas de la plaza
despachadas por dos aguiluchas.
El helado es de dulce de leche.
El cucurucho grueso y enrejado para que nada se pierda.
La cuchara amarilla quedó esperando su turno en la mesa.
En la heladería no hay wi-fi
ni diarios, entonces nos miramos.
Disfrutamos de la tarde.
Las bolsas de nylon pasan con manos que las llevan.
Un triangulo del material de cucurucho
hace las veces de palita.
Juntamos amorosos años,
juntamos la sangre de un niño y su madre
nos amamos a través una palita que logramos partir en tres triángulos.


Queda poquito helado y me lo das para que lo termine
yo hacía lo mismo, lo mismo.
Con ese dolor de panza de la crema Grido
me pedís agua y nos vamos a la plaza.


                                                




    Por la mañana

Arboles blancos
                       Secos de sal.
                                           La arena real bajo los pies.
                                                                                 El sol transparentando
                                                                                                                                               nuestros brillos.


                                   
Allí no tengo pasado
Renací sin pliegues